
La historia es de las más trilladas en el thriller policíaco. La hija de un detective de policía es asesinada ante este, el cual en un principio creerá que el atentado iba dirigido realmente a él mismo, pero tras descubrir que el autentico objetivo fue su hija, se implicara en una venganza que le llevara a destapar una trama de corrupción política.
Lo mejor de la cinta es sin duda alguna, la labor tras las cámaras de Campbell, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta películas suyas anteriores, como las dos del Zorro y sus incursiones en la serie Bond, sobre todo la magnifica Casino Royale. El realizador huye de las típicas escenas de acción, para sorprendernos de vez en cuando, con brutales "golpes" de violencia inesperados, que irrumpen en medio del transcurso de acciones de lo más habituales para cualquiera de nosotros, como salir de casa o cruzar una carretera.
Técnicamente el film es impecable y las actuaciones están a la altura, concretamente un ya bastante "maduro" Gibson, que se aleja del héroe de acción capaz de todo, para convertirse de manera convincente en un ser humano normal y corriente, que se encuentra de repente metido en una situación limite que se le escapa de las manos.
En definitiva, un correcto thriller policíaco, que de no haber estado interpretado por una gran estrella de Hollywood, muy probablemente tendría mucho menos éxito del que pueda tener.